Sobre los entrenadores


Antes no existía el Director Técnico. Y si acaso existía, nadie le prestaba demasiada atención. Ahora, o mejor dicho, desde que el profesionalismo necesito de una tecnocracia que administre las administraciones de lo imposible de administrar, se invento la figura del DT. Un hombre que intenta DTener el natural circulamiento de la naturaleza deportiva. Un savant, que dicen, amalgama la inteligencia de Freud (?), la oratoria de Sócrates (?), las bondades del papa (?) y el poder de Napoleón (?).
La sacralización de los entrenadores es un vicio de los tiempos modernos. Surge con la desesperación de hacer de lo espontáneo algo calculable. Algo inutil. Este relato se mantiene desde que el deporte desnaturalizo su naturaleza mas pura, esa dinámica de lo impensado de la que tanto hablaba Panzeri. Y así, desde la mutación de juego a negocio del juego profesionalizado, emergió el entrenador, con la notable misión de vigilar los movimientos contingentes de los hombres; de volverlos dóciles y mecanizados. También surgió el castigo hacia el descaro y la abolición de los imprevisto. Y la posterior emergencia por (des)ordenar el caos y racionalizar lo abátales de la sin-razón. De esta manera, con el mentado mandato de controlar los atributos biológicos del homo luden, el entrenador adquirió la hegemonía del fútbol. Y la dominación del espectáculo

Cierta vez, Alfredo Di Stéfano señalo que “antes a los entrenadores no los conocían ni en el barrio. Y Ahora son tan importantes que parecen Ministros de Asuntos Exteriores”. La necesidad de incorporar el rol del tecnócrata, hizo posible la utilización y aplicación de los tradicionales esquemas de producción del fordismo en el fútbol: ensamblaje de jugadores, reducción de la individualidad, división de actividades defensivas, técnicas de evasión ante la creatividad y disminución de los riesgos ofensivos. Causa y efecto que explican las plegarias del jugador bajo el yugo del entrenador.

A su vez, en este chantaje moderno, la militarización de los futbolistas viene a confirmar el escaso buen juego contemporáneo. Porque seguidamente al crecimiento exponencial del director técnico se “cuestionan los argumentos de aquellos que seguimos sosteniendo el peso sustancial de lo lúdico” afirma Pablo Castillo (Pagina 12. 2009). Y ante esta re-configuración del fútbol lo primero que se suprime es el devenir mismo de la pelota, el infinito universo de jugadas infinitas.
Asimismo, al igual que la modernidad, el deporte nació bajo el signo de la supervisión constante y la administración quisquillosa. El fútbol, tal como las sociedades disciplinarias analizadas por Foucoult, se construye a través de dispositivos de coerción, de limitación de las libertades y de estrategias de corrección. Siempre recreando la supremacía de lo colectivo por sobre lo particular y excluyendo constantemente cualquier intento de expresión artística (la desfachatez del numero diez).

Por consiguiente, mediante engañosos discursos de saber y pitagóricos teoremas tácticos, los entrenadores son los únicos soberanos. Soberanos en un territorio que le es ajeno, el campo de juego; pero soberanos en fin. Soberanos que “tienen poder y tienen miedo - cuenta Jorge Valdano -poder, porque en los últimos veinte años aumentaron su protagonismo, y miedo porque son el eslabón mas débil de un equipo”. Frágiles temerosos ante la derrota y fuertes misteriosos ante la victoria. Y es por eso, que el miedo al miedo los hace conservadores, y siempre tienen una excusa para la falta de valentía (Camus).

Mezquino el fútbol moderno, desbordado de análisis tácticos y estrategias de sumisión, colmado de sesudos sistemas de dirección. Repleto de rayas, flechas y pizarras, que no hacen mas que empañar la cristalina creatividad del jugador. Y ahora, en la epifanía de la dictadura de los dictadores técnicos, se suceden las lógicas fundadas sobre los modos de jugar al deporte mas ilógico. De procesamientos que intentan estabilizar la "súbita irrupción de lo nuevo", de confinar el azar de las interminables situaciones aleatorias que suceden simultáneamente en un campo de juego. Es por eso que el fútbol pertenece cada vez menos a los jugadores. Y cada vez mas a los entrenadores. Cada vez mas a los tontos entrenadores que tontamente atontan el deporte.

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