Fútbol Siglo XXI


“Al Sur del Mundo, éste es el itinerario del jugador con buenas piernas y buena suerte: de su pueblo pasa a una ciudad del interior; de la ciudad del interior pasa a un club chico de la capital del país; en la capital, el club chico no tiene mas remedio que venderlo a un club grande; el club grande, asfixiado por las deudas, lo vende a otro club mas grande de un país mas grande; y finalmente el jugador corona su carrera en Europa”. De esta manera, Eduardo Galeano, describe la cadena alimenticia del ecosistema del fútbol globalizado. Un deporte capitalista, moderno e industrializado. Una fabrica de talentos, que atormenta a los jóvenes, los tientan ante cualesquiera promesa económica y los condena a esperar la salvación. Y así se saturan clubes, jugadores, hinchas y se paúperiza el espectáculo. Entonces “lo que baja es la calidad de los jugadores porque el programa de desarrollo está fallando - escribe José Néstor Pekerman - los chicos pasan a ser profesionales sin desarrollarse. Sin estar formados, consiguen cosas económicamente buenas. Los equipos del campeonato local se quedan sin sus jóvenes porque son traspasados demasiado pronto a otras Ligas, y se pierden.”
Difícil cuestión la del “deporte mas popular del mundo", y Argentina se adhiere a la Metrópolis del fútbol como país exportador. Constituyéndose como el granero del mundo, no con materiales primas, sino con materiales de índole humano: el Hombre - jugador – Mercancía. Y el pibe desfachatado ya es un adulto cauteloso, profesionalizado y que solo habla de transferencias y contratos. Su objetivo como tal es trabajar jugando y jugar trabajando, solo para ser comercializado. Un hombre-futbolista transfigurado en hombre-mercancía . Esas son “las nuevas condiciones del capitalismo global, del deporte hiperespectacularizado y principalmente televisivo – escribe Pablo Alabarces, licenciado en Sociología - el jugador es un héroe televisivo y televisable, pero en tanto mercancía, porque este es primer registro,– se ve sujeto a las leyes económicas antes que a las deportivas”. Y se invirtiendo las formas de relato, el producto futbolista no es considerado el mejor, sino el mas caro. y se (auto)condiciona a fetiche massmediatico.

Pero asimismo, se produce una señal contradictoria, porque ocurre que aumenta la ola de exportaciónes, y “cuanto mayor ha sido la pobreza de talentos, más ha sido el número de jóvenes que se han ido a otros países”, escribe Néstor Pekerman “se van futbolistas de todo tipo, sin cumplir con los requisitos que antes demandaba el mercado. Ya no es necesario tener estabilidad en un grande, o ir a la selección, para que el joven sea traspasado al extranjero. Basta con que haga algunos partidos buenos porque hay compradores”. Extraño, pero son 1.535 los futbolistas argentinos en el extranjero; en España actúan 310 compatriotas, en Italia 294 y en Chile 97. México suma 65 y Grecia 64. Pero “se van diversificando: Serbia, Turquía, Croacia, Rusia, países árabes – añade Pekerman - se van demasiados. Sin tiempo para madurar en Argentina, y dejando los equipos locales sin jugadores de calidad, con la prensa y el público reclamando ídolos.” Los futbolistas aventuran en Libia, Omán, Malasia, Tailandia, Islas Feroes e ilimitadas etcéteras.

El juego esta colapsado, las transferencias de mercancías ascienden a niveles geométricos, y “los Jugadores con más horas en pantalla que partidos en primera se transforman en astros indispensables. En mercancía generada por imposición y necesidad del mercado del entrenamiento”. Entonces aparecen los Sueños Prometidos y los talonarios millonarios. Y es por eso que el deporte solo es reducido al potrero. Al barrio. Al único desierto aun no civilizado. Y los héroes son efímeros y frívolos; y se quiebran los lazos con los hinchas, porque el discurso ya no es pasional sino laboral. Entonces ser es solo tener valor de cambio, ser visto y ser comprado. Ser un jugador- mercancía en el mercado globalizado.

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