La razón del sin-razón

"La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan(...)" Michel Focault. La Historia de la locura en la época clásica.
Mañana en Rosario los simpatizantes de Newell´s Old Boys rebautizan su estadio – el Coloso del Parque- con el nombre del entrenador mas destacado de la historia del club: Marcelo Alberto Bielsa.
La historia del fútbol suele tener estos personajes que polarizan el abanico de las posibilidades legitimas de (de)gustación del fútbol; irradian conflicto, son resplandecientes, y su figura es un fuego de artificio entre tanto obscenidad hedonista sin sentido. Bielsa es un loco, un sin-razón, por eso de cuanto en cuando el discurso dominante fatiga su carne en un esponjoso suelo de negatividades.
Un sujeto futbolizador y futbolizante, símbolo maniqueístas que interioriza “la nuestra” y exteriorizan lo nuestro. Marcelo Bielsa es en esencia un objeto de veneración pomposa y de acusaciones patéticas. Es un ser moral, demasiado moral, en una arena despiadadamente inmoral. Bielsa es ancho, cristalino, cándido, y por eso no cuaja en un infierno tan cínico, irónico y mefistofélicas como el fútbol. El “loco” es eso, un sin-razón que siempre expone sus razones. Es una caja que desborda de respuestas, y nos conduce a pensar y reflexionar; a esbozar, dibujar y a borrar para volver a comenzar. Y es por eso que su figura encarniza los mas calurosos debates y las mas histéricas discusiones. Porque es una piedra de toque en cualquier escenario fútbolero, y su sinceridad siempre es un golpe bajo en este fútbol hiper-hipocrizado.
En el tratamiento microscópico de su trabajo y en el intervenir de sus equipos se desnudan todas las opiniones, y se unen todas las líneas huidas del deporte; Bielsa nos obliga a un sondeo desenmascarado de los posicionamientos ideológicos. Su discurso y su método no admiten secretos, ni escaramuzas. Con Bielsa no hay rincones ni escondites. Porque Bielsa, en tertulias, es un critico puntilloso y un profundo analítico. Con Bielsa no caben dogmatismo intransigentes ni disimulos demagógicos.
Bielsa rehabilita la temática de la continencia verbal y nos inyecta verdades. Nos pica como un aguijón sin mentiras. Su miel, su veracidad atraviesa todo este juego de fuerzas contra puestas, y no permite argumentos silenciosos.
Mañana en Rosario los simpatizantes de Newell´s Old Boys rebautizan su estadio – el Coloso del Parque- con el nombre del entrenador mas destacado de la historia del club: Marcelo Alberto Bielsa.
La historia del fútbol suele tener estos personajes que polarizan el abanico de las posibilidades legitimas de (de)gustación del fútbol; irradian conflicto, son resplandecientes, y su figura es un fuego de artificio entre tanto obscenidad hedonista sin sentido. Bielsa es un loco, un sin-razón, por eso de cuanto en cuando el discurso dominante fatiga su carne en un esponjoso suelo de negatividades.
Un sujeto futbolizador y futbolizante, símbolo maniqueístas que interioriza “la nuestra” y exteriorizan lo nuestro. Marcelo Bielsa es en esencia un objeto de veneración pomposa y de acusaciones patéticas. Es un ser moral, demasiado moral, en una arena despiadadamente inmoral. Bielsa es ancho, cristalino, cándido, y por eso no cuaja en un infierno tan cínico, irónico y mefistofélicas como el fútbol. El “loco” es eso, un sin-razón que siempre expone sus razones. Es una caja que desborda de respuestas, y nos conduce a pensar y reflexionar; a esbozar, dibujar y a borrar para volver a comenzar. Y es por eso que su figura encarniza los mas calurosos debates y las mas histéricas discusiones. Porque es una piedra de toque en cualquier escenario fútbolero, y su sinceridad siempre es un golpe bajo en este fútbol hiper-hipocrizado.
En el tratamiento microscópico de su trabajo y en el intervenir de sus equipos se desnudan todas las opiniones, y se unen todas las líneas huidas del deporte; Bielsa nos obliga a un sondeo desenmascarado de los posicionamientos ideológicos. Su discurso y su método no admiten secretos, ni escaramuzas. Con Bielsa no hay rincones ni escondites. Porque Bielsa, en tertulias, es un critico puntilloso y un profundo analítico. Con Bielsa no caben dogmatismo intransigentes ni disimulos demagógicos.
Bielsa rehabilita la temática de la continencia verbal y nos inyecta verdades. Nos pica como un aguijón sin mentiras. Su miel, su veracidad atraviesa todo este juego de fuerzas contra puestas, y no permite argumentos silenciosos.
Sus equipos son enérgicos, laboriosos y bulímicamente ofensivos. Son tercos e incesantemente verticales, una eufórica invitación al frenesí de un partido. Sus equipos son nubarrones gigantes que tapan todo el campo de juego, son algo tóxicos y ciertamente alérgicos. Sangran, sudan, despiertan. Nos alimentan entre tanta anemia generalizada. Los equipos de Bielsa convierten el campo de juego en una tela de areña sin salida; te atrapan, te encierran, te enredan, y jamás te sueltan. Así son sus formaciones, son piel y músculo en un escenario desnutrido y cadavérico. Son un vicio que nos hace consumir mas y mas.
Relanzar el tiempo en una carrera sin cronometro y recuperar el tono cardiaco, ese es el tratamiento rojinegro. Regeneración de células moribundas en un organismo sin oxigeno. Es así, desde mañana el Coloso del Parque lucirá el apellido de la (sin) razón, porque tal y como cantaba Charly García: “la locura es poder ver mas halla”.
Relanzar el tiempo en una carrera sin cronometro y recuperar el tono cardiaco, ese es el tratamiento rojinegro. Regeneración de células moribundas en un organismo sin oxigeno. Es así, desde mañana el Coloso del Parque lucirá el apellido de la (sin) razón, porque tal y como cantaba Charly García: “la locura es poder ver mas halla”.
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